martes, 1 de diciembre de 2015

UNA SOCIEDAD SIN DROGAS DURAS LEGALIZADAS





Es muy habitual hablar de la droga como algo de lo cual hay que huir al igual que del Diablo, pero voy a intentar mostrar lo obtuso que resulta referirse a la drogas, considerando sólo las ilegales, excluyendo las legales.

Se define droga como "la sustancia o preparado medicamentoso de efecto estimulante, relajante o alucinógeno". Conviene observar que en la definición no se dice nada acerca de lo adictiva que puede llegar a ser, por ello haré mención a las adicciones también.

Las llamadas drogas duras, denominadas así ciertas sustancias como la heroína o el alcohol, son aquellas capaces de crear una adicción, bien psicológica, bien física, cuyas consecuencias acaban siendo nefastas. Sin embargo las drogas blandas (hachís, marihuana, cafeína, opio...) no crean una adicción física tan fuerte y consumidas con moderación no perjudican la salud hasta puntos sin retorno. Es verdad que estas drogas blandas provocan una adicción psíquica más difícil de combatir, a veces, que la física.

La Sociedad occidental siempre ha tendido a prohibir más las drogas blandas tipo hachís o marihuana que el alcohol (droga dura). Esta droga dura, si eres mayor de dieciocho años, puedes adquirirla en muchos establecimientos por un módico precio, mientras ciertas drogas blandas llegan a tener un coste en el mercado negro desorbitado. Además hay pena de cárcel si posees una cantidad considerada excesiva de hachís (droga blanda), sin embargo quedas impune si tu salón de casa contiene decenas de litros de alcohol (droga dura).

Recuerdo la películas del oeste norteamericanas en las cuales los colonizadores proporcionaban a los indios alcohol y los pobres indígenas, acostumbrados a su "pipa de la paz", cuando ingerían esa droga dura cometían actos tan salvajes como sus invasores. Siempre he pensado que hay mucha demagogia en torno al tema de la droga en Occidente. No nos parece tan mal que nuestros hijos consuman alcohol, pero sí nos inquieta que fumen "porros", sabiendo que el alcohol es droga dura y el hachís o la marihuana no; el argumento siempre es el mismo: se empieza por los "porros" y se termina con la heroína.

Estoy harto de oír esa tontería de que el único drogadicto es el que se pincha heroína, mientras el consumidor habitual de alcohol es, como mucho, alcohólico; pero nunca drogadicto. Los que hacen tales afirmaciones se olvidan de que el "mono" del drogadicto consumidor de alcohol, conocido como "delirium tremens", es tan fuerte o más que el de la heroína. Los síndromes de abstinencia de la cafeína o la cocaína no llegan a causar la muerte, aunque no se traten médicamente, sin embargo el DT sí.

Ante este panorama, me temo que hablar de droga dura y no mentar el alcohol no es del todo honesto desde el punto de vista moral, pues estaríamos excluyendo de dichas drogas a una de las más duras, por no decir la más; no me parece más dura la heroína que el alcohol, ni mucho menos. El problema de la heroína es que se presenta muy poco atractiva al potencial consumidor: jeringuillas, bombeo de sangre, enfermedades mortales asociadas a su consumo, delincuencia derivada del bajo nivel económico del consumidor, etc. En fin, un cúmulo de malas imágenes convierten al heroinómano en icono de la droga dura.

Mientras tanto, los drogadictos enganchados al alcohol (o alcohólicos) mantienen su reputación de "bebedores" y "bohemios"; en ningún momento se los mira igual que a los heroinómanos. El alcohólico se permite el lujo de criticar y mirar mal a aquel drogadicto de su misma condición, con la gran ventaja de que no tiene que buscar su droga dura en la oscura ilegalidad, no trata con "camellos" para obtener su dosis; sólo tiene que descender al supermercado situado bajo su hogar y proveerse de tanta droga como quiera, además de recibir la sonrisa de la cajera y el visto bueno de una sociedad permisiva con el alcohol y no con la heroína.

Al tratarse del hachís o la marihuana la cosa es aún peor, pues se considera la antesala de la heroína según el criterio de una sociedad con el tabaco y el alcohol legalizados. El hachís y la marihuana son opiáceos sedantes, cuyos efectos son conocidos por muchos de nosotros, pues supongo que los hayamos consumido en alguna etapa de nuestra vida. Hay que recordar que en Holanda, al menos hace veinte años, estaba permitido el consumo de drogas blandas en los "coffeeshops", que eran una especie de pequeñas tabernas irlandesas, en las cuales se podían comprar y consumir.

La otra droga dura legal a la que debo referirme es el tabaco. No voy a hablar de los efectos producidos por el consumo de este estimulante, pues en este caso sí lo advierten las autoridades sanitarias; no así con el alcohol. Sólo voy a decir que es la única droga dura capaz de someter al individuo a tres dependencias: física, psíquica y de comportamiento (sobre todo social).

En cuanto a la cocaína, estimulante de gran dependencia psíquica, decir que fue la droga de moda durante muchos años; desbancada hoy por las drogas de diseño (de síntesis) como el éxtasis y el cristal (derivadas de las anfetaminas). Todas estas drogas químicas resultan más "limpias" que la heroína y están mejor vistas por una sociedad hipócrita que permite el consumo indiscriminado del tabaco y el alcohol.

Desgraciadamente para todos no sólo existe adicción a las drogas, sino también al juego, a la televisión, a internet; en fin, a cualquier sustituto de la creatividad y el aprendizaje. La adicción a la televisión, sobre todo a la considerada "basura", es tan difícil de erradicar casi como la adicción a una droga dura, salvando las distancias farmacológicas. Lo cierto es que tan nocivo puede resultar ver a Belén Esteban en un programa de televisión como beber cinco "gin-tonics"; en el primer caso dañas tu intelecto, en el segundo tus vísceras. No me parece muy distinta una cosa de otra: ambas son tremendas agresiones.

De hecho, se demuestra que el humano es un animal necesitado de drogas o adicciones para cubrir sus carencias, tanto físicas, como psíquicas. La prueba la tenemos con el abuso del alcohol, cuando estamos borrachos perdemos la vergüenza y nos desinhibimos hasta puntos insospechados, sobre todo en celebraciones. Al igual que al ver y escuchar a Belén Esteban vaciamos nuestro intelecto de posibles opiniones críticas y dañamos nuestra capacidad de  reflexión; es una terapia para "idiotizarnos" más barata que el consumo de muchas drogas.

Ojalá fuéramos capaces de vivir sin el uso de las drogas y sin ser adictos a nada, pero me temo que, dada nuestra condición, suele resultar muy complicado no utilizar alguna droga o engancharse a cualquier cosa que nos proporcione cierta evasión de la cruda realidad. Cuando vemos la televisión en exceso, al pasar horas y horas frente a una pantalla de un ordenador, hablando por el teléfono móvil sin cesar, fumando un cigarrillo tras otro, bebiendo cada día una dosis de alcohol considerable, esnifando una raya de cocaína, tragando una pastilla de éxtasis, fumando un canuto de marihuana, inyectándose en la vena un "pico de caballo" o comiendo bollería industrial a todas las horas; nos drogamos de alguna manera. No me parece que cada acto descrito anteriormente tenga distintas consecuencias si no se abusa de ninguno de ellos. Tal vez lo malo y dañino para el cuerpo y la mente sea el exceso de cualquier cosa, pues si comes un huevo cocido será beneficioso para la salud, pero si ingieres una docena en una hora imagino que las consecuencias no serán tan saludables.

A todas las drogas te puedes enganchar, todo depende de lo atractivo que te parezca en un momento determinado de tu vida. Si conoces a alguien que se dedica a comer bollos en exceso y te atrae la idea de sentirte como él al engullir tales "inyecciones de colesterol", pues comerás bollería sin control; si en tu entorno de amistades te convences de que estaría muy bien "pincharte" caballo o beber alcohol hasta un estado de ebriedad elevado, pues te pincharás o beberás. Al igual que un niño ha de ser educado para no meter los dedos en un enchufe o no comer ciertos alimentos que dañarían su organismo, tiene que ser educado también para el uso y no abuso de las drogas, pues seguramente, en alguna etapa de su vida, esos niños que crecen sin remedio van a caer en las garras de alguna droga o adicción.

No tenemos la fórmula mágica para proponer a un hijo el buen uso de las drogas, tampoco la fuerza moral para convencer a un adolescente de la utilización de algo a lo cual se va a enfrentar sin contar con nuestra opinión. A lo mejor alguien cree firmemente que sus hijos adolescentes no se drogan (al menos con las drogas ilegales), pero la verdad es que nunca sabemos lo que pasa por la cabeza de cada uno; no entenderemos los motivos que inducen a un joven a drogarse, bien con droga dura, bien con blanda, sólo nos queda sufrir las consecuencias de sus actos como si de una enfermedad se tratase. Pero no conviene olvidar la facilidad tan grande con la cual nuestros infantes acceden al tabaco y al alcohol, tengan dieciocho o menos. A veces hay que tener menos miedo a las drogas que a las adicciones; no sé si prefiero tener un hijo enganchado a la marihuana pero feliz o, por el contrario, adicto a los estudios y al trabajo convertido en un infeliz.

Precisamente la adicción al trabajo se asemeja bastante a la dependencia de una droga dura; ya que los afectados no son capaces de desentenderse de su trabajo ni en su vida familiar ni en sus vacaciones, por tanto ansían volver a trabajar, al igual que un "yonqui" cuando no está "colocado" anhela su dosis.

Al intentar comprender al drogadicto, en realidad, estoy tratando de comprenderme a mí mismo, pues lo cierto es que todos acabamos sucumbiendo al poder de las drogas con más o menos facilidad; lo único distinto en cada uno de nosotros es el grado de dependencia adquirida. La vida sin drogas ni adicciones no la resistiríamos, por muy fuertes que nos consideremos. Me temo que cada uno de nosotros hemos utilizado, y seguimos haciéndolo, alguna droga para evadirnos de la pertinaz y brutal monotonía que, de vez en cuando, nos oprime como las alas de un buitre o el peso de un hipopótamo. No me creo que alguno de nosotros no se haya drogado en un determinado momento de su azarosa vida o que no se haya sentido atraído por ella en un cierto punto o en una amarga situación. En cuanto a lo de las adicciones voy a decir que todos hemos sufrido de algunas en más de una etapa de nuestra andadura por estos mundos occidentales, los cuales frecuentamos a diario.

Nosotros, drogadictos de casi todo lo que se nos presenta atractivo a los ojos o a los oídos, censuramos a otros drogodependientes (como los heroinómanos o cocainómanos) con distintas adicciones. Nosotros, adictos a la televisión y a la prensa rosa, criticamos a aquellos jugadores compulsivos diciendo que padecen una enfermedad muy difícil de curar, mientras nos preocupamos del vestido que lleva a la boda de un famoso otra famosilla o de las declaraciones de Belén Esteban en algún programa de televisión. No nos damos cuenta de lo ridículos que nos presentamos ante aquellos de los que sentimos lástima, cuando ellos deben de sentir lo mismo por nosotros.

La adicción al sexo y a la música rock ha ido de la mano de la adicción a las drogas. Lo cierto es que las tres adicciones vienen a representar un sólo concepto: libertad. Tal vez por eso, por el significado implícito contenido en el eslogan "sexo, drogas y rock" es por lo cual muchos jóvenes hemos probado las drogas. Sigo pensando que un mundo sin drogas no es real, como una vida sin sexo o una sociedad sin música rock.
 
Las drogas causan la muerte si abusamos de ellas, pero también falleces si comes sin control llegando al empacho con posterior intoxicación mortal, lo mismo que si comes setas venenosas. No me parece peor una droga que un fármaco, el cual también crea adicción en muchos casos. No creo que sea peor fumar marihuana que tragarse un programa de televisión "basura". En fin, hay cosas peores que las drogas y también las hay mejores, pero no debemos juzgar a todo aquel que usa las drogas (sobre todo blandas) con control acusándolo de drogadicto, mientras aceptamos la ingesta de alcohol (droga dura), de la cual participamos también en múltiples ocasiones. El alcohol está perfectamente legalizado, nuestros adolescentes no lo temen, lo consumen más veces de lo que imaginamos y, sin embargo, nos escandalizamos cuando el hijo de un familiar o de unos amigos lo vemos fumando un porro de hachís o marihuana y lo tachamos de drogadicto; decimos: "mira el hijo de fulanito fumando porros por la calle, con lo buenas personas que son los padres y todo lo que le han dado...". Nuestros hijos no fuman porros, no beben alcohol, no han probado la cocaína, no han practicado el sexo sin protección; nuestros hijos no son como el hijo del vecino, ese que se droga, le gusta el rock y practica el sexo con muchas chicas, las cuales a su vez están igual de "perdidas", pues él ha corrompido a todas, que eran muy buenas chavalas, pero al conocer a ese drogadicto..., ¡pobres padres!

¿Cuántas veces hemos oído decir que el heroinómano empieza con los porros y acaba pinchándose?
Nadie dice que el alcohólico empieza bebiendo mosto y acaba tomando tequila. Nadie acusa al televidente compulsivo adicto a los programas de cotilleo o a las películas de violencia sin límite. No tengo fuerza ética para criticar al drogadicto o alcohólico, indistintamente, puesto que podría caer en las mismas garras de esas drogas duras en algún momento de mi vida. Nadie es capaz de controlar tanto como para no drogarse (con droga dura), en alguna situación determinada de su vida; la búsqueda de una mayor libertad, aunque sea falsa, o sentir cierto placer al consumir una droga han sido motivos más que suficientes para entrar en el mundo de las drogas. Es más, el alcohol tiene cada año más adictos, es similar a las listas de votantes: cada año hay más, siempre que el censo crezca.

La evasión, el ansia por obtener resultados inmediatos, la obtención de resolución fácil de ciertos problemas, desinhibición, la ruptura con la monotonía y las obligaciones, esquivar responsabilidades y cargas, buscar ayuda para desarrollar una actividad mejor, estudiar más concentrado y durante más tiempo obteniendo mejores resultados..., podría poner varias razones por las cuales se accede a la droga, tanto dura como blanda. Supongo que los motivos por los cuales uno llega a pincharse serán para mí ininteligibles, dado que no me siento capaz de realizar un acto en el cual he de bombear mi propia sangre dentro de una jeringuilla y todo ello sin anestesia; no duraría consciente ni tres segundos, antes ya estaría desmayado. Mas si nos referimos a una de las drogas duras por excelencia, el alcohol, la cosa cambia bastante: todo parece más sencillo, es como beber un refresco un poco cargado, más denso y que te "coloca". Es un acto menos costoso y aparentemente más limpio, aunque en realidad la apariencia engaña. El consumo de alcohol nos resulta más asequible y menos desagradable que el de heroína.

En conclusión, creo que debemos utilizar las drogas para nuestro beneficio, porque si las drogas nos manejan a nosotros es muy probable un final dramático. Si no hallamos satisfacción en el uso de las drogas nuestra vida resultará, sin duda, más auténtica y plena, pero si decidimos drogarnos en cierta ocasión por el motivo que sea, pues hagámoslo de la manera menos dañina para nuestro organismo: hay formas de drogarse sin un perjuicio importante y obteniendo sensaciones fantásticas e inolvidables. No defiendo la droga, pero tampoco la "cerodroga" (abstinencia total de todo tipo de droga); seguro que existe un punto intermedio sin llegar a rebasar el límite para la dependencia en cada caso de cada tipo de droga utilizada. Como casi todo en la vida parece un problema de educación y cultura. Probablemente, si se legalizase el consumo de drogas blandas y se prohibiese el de drogas duras el consumo de alcohol estaría penalizado, lo cual carece de sentido en una sociedad cuya diversión se fundamenta, en gran medida, en salir a tomar unas copas de madrugada; un negocio del cual viven unas cuantas miles de personas. Así que mejor dejemos las cosas como están y los que tenemos que padecer los efectos secundarios del alcohol, en forma de mala educación y pésimo sentido del humor por parte de la gente ebria, seguiremos soñando con una sociedad sin drogas duras legalizadas; tal vez más civilizada.