martes, 27 de octubre de 2015

ESOS SEÑORES QUE VIVEN EN TU CASA




Dar continuidad a la especie, es decir, reproducirse, debe de ser una de las sensaciones más impresionantes que experimentas en la vida. Cuando decides ser padre o madre, muchas veces viene motivado por ciertas presiones sociales derivadas de la constante necesidad de seguir un camino marcado por unas normas no escritas: hay que tener hijos y ser feliz en tu matrimonio. No creo que todos los que han sido padres lo hayan elegido libremente y muy convencidos de lo que querían para su vida. Pero, al margen de estas consideraciones, he de decir que me alegra infinito la decisión tomada por cada una de las personas convertidas en padres, pues sólo por ellas esto llamado vida puede tomar algún sentido. No me imagino la vida sin niños jugando en los parques, rompiendo casi todo lo que tocan, corriendo sin control por las aceras, llorando sin parar para obtener alguna chuchería, chillando sin razón para llamar la atención, pasando por los pasos de peatones en bicicleta sin mirar si hay en ese momento un vehículo atravesándolo. Son tantas cosas las que podría escribir acerca de esos "angelitos" llamados también "menores"...

Los "menores", sobre todo los que rozan los dieciocho años, pueden hacer casi todo lo que les pase por su "despierta" cabeza, sin tener en cuenta muchas de las consecuencias de sus actos. El egocentrismo es el valor más apreciado por casi todos ellos, los padres consienten sometiéndose a una especie de dictadura que voy a denominar "pido por la boquita y me lo dan". Comprendo la dificultad que entraña decir "no" a un adolescente al que le han permitido implantar en el seno de la familia la dictadura "pido por la boquita y me lo dan", seguro que muchos padres no se detienen a pensar que podrían estar sujetos a tal dictadura de sus hijos; les cuesta creer que así sea.

Ante esta dictadura, sobre todo del siglo XXI, los padres tienen dos opciones: la primera es aceptarla como algo natural y trabajar mucho para poder satisfacer la demanda de sus hijos tiranos, ya que el precioso tiempo de sus herederos tiene muchísimo más valor que el de ellos mismos, eso es indiscutible; la segunda es no someterse a tal dictadura y negarse al sacrificio derivado de los caprichos de sus adolescentes hijos, pues igual de mayores son para pedir como para dar. Hay que recordar que no hace muchos años gran cantidad de menores ayudaban a sus padres trabajando de aprendices, en el campo o en las labores de casa; no se dedicaban precisamente al "pido por la boquita y me lo dan", más bien era "gracias por mantenerme y seguiré ayudando".

La política de este país ha ido modificando el límite establecido para el final de la enseñanza obligatoria, ha pasado de ser hasta los catorce, a ser hasta los dieciocho; digo dieciocho, pues no permiten la integración fácil al mundo laboral hasta esa edad, aunque la enseñanza secundaria obligatoria sea hasta los dieciséis. Es habitual la permanencia de nuestros hijos en el hogar familiar hasta los treinta o más años, dado que, tanto padres como hijos, están cómodos con dicha situación; unos por tener cerca a los pobres hijos a los que la sociedad no da trabajo y otros porque así pueden ir renovando su dictadura "pido por la boquita y me lo dan" año tras año, hasta encontrar una ocupación digna de su "preparación", con la cual mantengan el nivel económico "regalado" por sus padres y abuelos. El problema es que ese nivel no lo lograrán mantener fuera del seno familiar, por lo cual nunca querrán obtener la total independencia del mismo.

Cinco décadas atrás las parejas tenían, en su mayoría, tres o más hijos, de hecho la familia numerosa se consideraba a partir de cuatro hijos, hoy de tres. Ahora lo normal es tener dos o menos, en algunos casos ninguno, esto está produciendo unas modificaciones en nuestro estilo de vida muy significativas. Antes los padres, sobre todo los de familia numerosa, no podían dejar en herencia una propiedad a cada hijo; tenía que dividirse una o, a lo sumo, dos entre todos. Ahora las cosas han cambiado, por ejemplo en mi familia, de mis padres heredaremos una vivienda cuyo valor se dividirá en cinco partes iguales, mientras que mis sobrinos, que son cuatro, no sé ni cuántos pisos heredarán cada uno, tal vez el reparto sea inverso al nuestro: cada uno cinco viviendas. Está claro que las cosas han variado y mucho.

Otro problema que encuentro en la sociedad actual, ya comentado en otras ocasiones, es la pobreza cultural tanto de padres como de hijos; más aguda en los hijos. Me parece que la universidad de hoy es una "fábrica de replicantes", supuestamente más preparados que nosotros, pero en la realidad observo todo lo contrario. Por otra parte no hay que extrañarse tanto, pues la gran protección que reciben nuestros hijos, hoy en día, no permite que maduren adecuadamente, como lo tuvieron que hacer nuestros padres o nosotros mismos. Respecto al tema de la preparación de los jóvenes de hoy prefiero no decir mucho, pues mi opinión, en ese sentido, puede herir a algunos padres que creen que sus hijos están más preparados por haber terminado una carrera superior y estos creen poseer mayor cultura por ello; me temo que se equivocan unos y otros, pero es una opinión, nada más. Tal vez muchos padres, por el afán de dar a sus hijos lo mejor, han cometido el error de olvidarse de su propia evolución, viviendo por y para los hijos, descuidando muchos aspectos personales, perdiendo prestaciones con el tiempo.

Hemos pasado de educar a los hijos para la vida a "atontarlos" para toda la vida. Muchos de nuestros hijos, jóvenes no adolescentes, no saben expresarse o escribir una carta con la corrección mínima que, se supone, poseen dado su nivel académico, mayor que el nuestro. Yo no estoy diciendo que los jóvenes tengan que ser todos unos "Da Vinci", me conformaría con que fuesen críticos y les gustase más el arte y la lectura que la televisión y las consolas. Difícil tarea es la educación, sin duda. A veces pienso que para educar bien a un hijo hay que hacer todo lo contrario de aquello que propone la sociedad en la cual debe vivir; pero eso no deja de ser una idea peligrosa, sobre todo para su futura integración en la misma. A lo mejor estas generaciones se sacrifican por sus hijos más que nosotros o nuestros padres, aunque no tengo esa esperanza.

El amor fraternal, entre padres e hijos o entre hermanos, lo puedo entender si es de verdad, pues creo que hay hermanos que no se quieren, al igual que hijos y padres. Parece que a una persona, que resulta ser tu padre (o madre) o hermano (o hermana), tienes que amarlo por ese parentesco familiar, olvidando así la posible aversión existente entre personas vinculadas familiarmente.

¿Por qué he de amar incondicionalmente a mi madre, a mi padre o a mis hermanos, sólo por ser mi familia?, observar que no me he preguntado por el amor hacia un hijo, aunque hay casos en los cuales es inexistente, supongo que los menos. La respuesta a esa pregunta no es tan sencilla, creo que los padres aman mucho más a los hijos que al revés; la prueba la tenemos en los sacrificios que hacen constantemente los padres por los hijos, que no tienen parangón con los que hacen los hijos por sus padres. Es probable que, al final, voy a tener razón al creer que no hay por qué amar a un padre o una madre, pues al tener su amor incondicional no es necesario sentir lo mismo; nunca lo vas a perder.

En ocasiones tengo la impresión de que muchos hijos ven a sus padres como esos seres obligados a mantenerlos toda la vida, por haberlos traído al mundo sin su permiso, y, además, como dos "cuentas bancarias" de las cuales son beneficiarios siempre que lo necesiten; si no disponen de una "cuenta" un día, pueden hacerlo de la otra y cuando no disponen de ninguna de las dos, entonces se sienten no queridos por sus padres. No siempre los padres quieren a sus hijos, pero es más común que suceda lo contrario. Cuando un padre (o una madre) no quiere a un hijo, éste lo nota y no entiende por qué sucede algo así; piensa en la sinrazón de ese desamor y no logra asimilarlo. No hay que decir que el hijo no querido, al ver a los demás de su entorno tan protegidos por sus padres, cree que él no debe merecer el mismo cariño que el resto y sufre por ello. No creo que sea positiva tanta protección a los hijos ni la ausencia total de ella, seguro que hay un término intermedio, en el cual se encuentra ese equilibrio emocional necesario en la relación padre e hijo. Sin embargo, un hijo puede no querer a sus padres y estos no enterarse, pues creer que un hijo tuyo no te ama es muy duro de encajar, supongo. Aunque esos hijos que no aman tanto a sus padres, sí que adoran sus bienes; tanto es así, que a su muerte son los primeros en reclamar lo suyo, aunque les cueste la enemistad con sus hermanos, supongo que si no aman a sus padres no tendrán motivo para querer fraternalmente a sus hermanos. Precisamente el amor fraternal es más frágil de lo que parece. El ejemplo está en las herencias: en muchas ocasiones los hermanos, a la muerte de sus dos progenitores reclaman su parte del "botín" como si lo menos importante fuese su procedencia; mientras otros, desde fuera al ver el panorama, aseguran no hacer lo mismo cuando ellos se queden huérfanos."Nunca digas de este agua no beberé".

Espero que nuestros hijos nos amen, al menos, la mitad de lo que nosotros a ellos, con eso sería más que suficiente. Deseo a todos los hijos e hijas adolescentes, o jóvenes de ahora, toda la suerte necesaria para que la vida les trate la mitad de bien que hoy les trata viviendo con sus padres, pues es muy probable que no encuentren un amor tan incondicional, aunque tengan mujer e hijos, como el de sus padres. Cuando dejen de ser hijos y sólo tengan cuenta propia en el banco, sin avales, pensarán en sus padres y se percatarán de lo valioso que es tener padres en la vida, ya que no sólo son esos "señores" que viven en tu casa, te echan broncas y te dan dinero o cosas cuando lo pides por la boquita.



A mi querido padre, que tanto me amó y nos dejó hace ya veinte años:
¡Gracias por haberme querido como nadie lo ha hecho jamás!
¡Nunca podré olvidarte, Papá!









sábado, 17 de octubre de 2015

LA SOLITARIA MODERNA ES LA ANOREXIA





La anorexia es una enfermedad que se caracteriza por una falta de ganas de comer (sobre todo en adolescentes femeninas), que tiene graves consecuencias psicológicas y físicas sobre la persona. La vigorexia, también considerada anorexia inversa, consiste en verse delgado y débil, a diferencia de la anorexia, el individuo se fortalece a través del ejercicio físico de manera obsesiva. Este trastorno afecta más a los hombres, mientras la anorexia a las mujeres. Tanto una enfermedad como la otra se sitúan en sociedades industrializadas y de fuerte consumo. Estos trastornos, propios del "Primer Mundo", contrastan con los problemas de desnutrición del "Tercer Mundo", en el que la falta de alimentos condiciona a los seres humanos; mientras en nuestra sociedad lo que sucede es que sufrimos de una sobrealimentación, lo cual puede provocar obesidad. Por el contrario, nos inculcan un canon de belleza de delgadez extrema, que nuestras adolescentes pueden cometer el error de seguirlo y caer en las redes de la anorexia. Además, es tan fuerte la influencia de los medios que pueden llegar a convencer a nuestros inmaduros jóvenes de que una chica anoréxica es más bella que una con unos cuantos kilos más, a la cual llaman gorda; sin embargo a la anoréxica la denominan "tía buena". Me produce una gran tristeza tener que pensar que la mujer bella está enferma de anorexia, mientras la mujer con curvas y sana no se valora en su justa medida en esta sociedad contaminada de falsos modelos de belleza, que considera bella a la mujer sin curvas, anoréxica y con grandes tetas; es decir, una mujer "hombruna" muy delgada y con enormes pechos.

Deberíamos reflexionar acerca de la delgadez y la gordura para establecer un criterio adecuado con el que seamos capaces de discernir la anorexia de la belleza y, sin caer en la obesidad, alimentarnos lo mejor posible para estar sanos y guapos de verdad. En cuanto a los "musculitos", he de decir a los hombres tan preocupados por su físico que no descuiden su intelecto, pues es muy habitual cuidar mucho el cuerpo sin cultivar lo suficiente la mente. La máxima que dice: "Mens sana in corpore sano", hemos de entenderla en un contexto amplio, pues si nos quedamos en lo literal de la frase no encontraremos la medida de la misma.

Tengo que decir que la palabra "vigorexia" no la contempla la RAE, ni siquiera un sinónimo de ella denominado "dismorfia muscular", sólo se podría utilizar "anorexia inversa" si queremos encontrar su significado según el Diccionario de la RAE. Lo que parece bastante claro es que en este mundo desarrollado todavía hay carencias muy importantes en cuanto a la manera de entender ciertas cosas relacionadas con la estética y el culto al cuerpo, que siempre resultó problemático en cualquier sociedad humana.

Mi opinión es que no hay que obsesionarse ni con la estética, ni con el culto al cuerpo; es mejor cultivar más cosas que te puedan hacer feliz, como leer, ver películas, ir de excursión, etc. Más vale diversificar que concentrarse mucho en algo, sea del ámbito físico o intelectual; prefiero saber un poco de todo que saber "todo" de "poco" y poder muscular todo mi cuerpo un poco (con un poco de ejercicio variado) que desarrollar un "poco" de mi cuerpo un "todo"(con mucho ejercicio repetitivo). Así como la anorexia contamina la belleza, la vigorexia la deforma. Encontramos modelos masculinos muy fuertes y femeninos muy débiles, pero en ambos casos desproporcionados. La solitaria moderna es la anorexia, no necesita adoptar la forma de un parásito para actuar sobre las adolescentes occidentales, la infección se ha propagado audiovisualmente con una buena publicidad dirigida a jóvenes altamente manipulables.



jueves, 8 de octubre de 2015

EL HOMBRE ES LOBO PARA EL HOMBRE



El miedo tal vez tenga una lógica particular, pertenezca a un conjunto de sensaciones inherentes a algunos animales (incluido el ser humano). La manera de evitarlo no parece otra que encararlo, mirarlo de frente e intentar superarlo. También es verdad que a veces por mucho que afrontemos bien los temores e inseguridades nunca parece suficiente para no sentirnos invadidos por el miedo. Hay varios miedos presentes en el humano, uno muy común es el miedo a hablar delante de un colectivo (pánico escénico); creo que este, al igual que otros, tal vez va desapareciendo con la edad a medida que adquirimos mayor madurez y conocimiento. Otro miedo del humano es el miedo a lo desconocido, cuya superación podría venir dada mediante una actitud aventurera más propia de la juventud que de la vejez, aunque hay gente mayor cuyo sentido de aventura sigue siendo casi el mismo que el de joven. Este miedo impide a muchas personas realizar actos potencialmente interesantes y que, a lo mejor, pierden la oportunidad de disfrutar de ellos para toda su vida.

Un miedo irracional posiblemente sea el miedo a las relaciones sentimentales. Nadie tiene una varita mágica para hacer que las relaciones sentimentales funcionen, pero lo que parece cierto es que el diálogo y la constante renovación deben estar presentes en las mismas, además de la buena química y complicidad. El miedo a las relaciones sentimentales también podría tener cierta relación con los complejos, tanto físicos como psicológicos; cuando uno no se halla atractivo en ninguno de los dos niveles tal vez no se atreve a iniciar ninguna relación, si solamente se siente seguro en el plano intelectual puede no ser suficiente para conquistar a una persona sentimentalmente, sobre todo en una sociedad en la que el modelo de vida sentimental con más influencia es el de personajes de la talla de Belén Esteban y Kiko Rivera.

Un miedo existente en nuestra sociedad actual es el miedo a la independencia, propio de algunos humanos cuando han de enfrentarse a la vida fuera del lecho materno, por lo tanto se podría decir que este miedo es un caso particular de otro más general denominado miedo a la libertad. Este miedo es muy común en los jóvenes del siglo XXI, en cierto modo provocado por el exceso de protección de sus padres; tal vez los jóvenes de hoy no superen el miedo a la independencia en muchos años y vivirán en el hogar familiar durante casi toda la vida de sus progenitores. El miedo a la libertad es más amplio, pero muy similar al que engloba, hay personas que tienen miedo a ser libres por temor a elegir el tipo de vida que quieren hacer y prefieren someterse a unas pautas marcadas por su familia o sociedad a la cual pertenecen.

Pero el miedo más poderoso que afecta a los humanos es el miedo a sus semejantes, lo afirmó Plauto hace más de dos mil años: "el hombre es lobo para el hombre". Cuando nos encontramos solos y en la oscuridad, sobre todo en un medio urbano, tenemos miedo a ser dañados por otro ser humano; es más fuerte que el miedo a ser atacados por un animal, ya que podemos suponer que los animales capaces de hacernos daño no andan sueltos por las ciudades, sin embargo los humanos sí. El miedo del humano al humano es un miedo ancestral y profundo, algo con lo que nace y muere, lo tiene grabado en el inconsciente colectivo y no logrará borrarlo en toda su existencia.

A mí me da mucho miedo el ser humano, ese animal capaz de quitar la vida a sus semejantes, un ser bélico e irracional, exterminador de tantas especies y de parte de la suya propia, bípedo que llega hasta la Luna pero le cuesta vivir en paz en la Tierra, el mismo capaz de maltratar a mujeres y abandonar a sus hijos. Podría asegurar que bajo la mirada de cualquier otra especie debemos de ser peor de lo que son para nosotros las serpientes venenosas; solamente nos distinguirán de ellas por la fisonomía, no por el modo de actuar. El homo sapiens se ha convertido en la gran lacra del planeta: desertiza los terrenos, extermina a otras especies, contamina la atmósfera cada día más, no es capaz de vivir en armonía con la naturaleza y otros seres, con las guerras destroza ecosistemas completos que han existido durante varios milenios, está extrayendo del interior de La Tierra un líquido que ha tardado en formarse millones de años y lo quema contaminando con ello su propio hábitat.

Me resulta muy difícil creer en un ente divino, símbolo de la bondad, creador de un ser tan poco considerado consigo mismo. No sé si merecemos habitar este planeta después de tanta destrucción y exterminación innecesaria. La maldad manipula a los humanos, casi los dirige, y, con ese sello identificativo al igual que con sus miedos, desaparecerá de este entorno al cual no ha sabido adaptarse, pues ha pretendido lo contrario: un planeta sometido a sus intereses mercantilistas; afán absurdo y autodestructivo.

domingo, 4 de octubre de 2015

SONRISAS Y MIRADAS ( UN CUENTO CORTO)





En un lugar apartado, en un paraje inconfundible y peculiar vivía un colectivo pequeño de personas, cuyo afán no era el conocimiento científico, ni la tecnología y tampoco había televisión o radio; en fin, no existía mayor entretenimiento que la compañía de otras personas y las diversas manualidades surgidas de la curiosidad, con unas aplicaciones prácticas inmediatas. Es claro que en un ambiente como este las preocupaciones económicas eran inexistentes y carecían de sentido los planteamientos sociales actuales de Occidente. La sociedad del lugar no se basaba en el comercio, no existía el dinero, ni los bancos, ni la bolsa, ni los abusivos intereses derivados de un préstamo. Tal vez en esa sociedad, en la que estaban al margen del lujo y las falsas apariencias, a diferencia del modelo capitalista, no era necesario tener más cosas para ser feliz; vivían con la tranquilidad de poder alimentarse cada día sin tener que trabajar como animales. Podría parecer utópico, a primera vista, pero el caso es que era real.

Existían unas escuelas en las cuales no se enseñaba nada teórico, cómo sintaxis, álgebra, física, química, etc. Era el aspecto práctico lo primordial en los talleres de enseñanza, pero estos se cursaban después de la escuela primaria. Esta educación infantil se fundamentaba sólo en aprender a amar a los semejantes y ser feliz en la convivencia con los demás, pero había de ser de verdad, pues si no era auténtico ese amor y esa felicidad, los profesores podían suspenderte hasta el punto de hacerte repetir el último curso. La manera de decidir si un alumno aprobaba seguía un sistema de positivos, nunca se asignaban negativos, obtenidos a partir de diferentes pruebas, todas orales y a través de diversos juegos. En esas pruebas lo más representativo era el tipo de sonrisa para evaluar la felicidad y el tipo de mirada para el amor. Por supuesto que había una asignatura llamada escritura, en la cual la exigencia no era otra que la de adquirir unas mínimas aptitudes para la comunicación, también útil en aquellos casos en los que las personas tuvieran algún impedimento para realizarlo oralmente. Cómo discernir la sonrisa de felicidad o la mirada con amor era una labor difícil, pero no imposible; la experiencia del profesorado era determinante para diferenciar lo fingido de lo auténtico. Hay que decir que, en los posteriores ciclos de formación, no se descuidaban estos aspectos, lo que sí sucedía es que no era tan necesario estar pendiente en ese nivel, pues se daba por supuesto que en esas edades ya habían aprendido lo suficiente.

Pero en este lugar, al igual que en muchos otros, no todo salía perfecto, ni todos se ajustaban al sistema. Siempre hay alguien que no se somete ni al mejor de los esquemas de vida que se puedan proponer. Encontramos al rebelde, con causa o sin ella, en cualquier colectivo humano, aunque en este que nos ocupa abundaba más el convencido que el crítico; por otro lado, como en todas las sociedades. De lo que era el planteamiento inicial de las sonrisas y miradas a lo que podía derivar, había un abismo; siempre provocado por el afán de superioridad del ser humano. Hasta en ser feliz y amar a los demás queremos ser los mejores, como si de un deporte o un test de inteligencia se tratara.

No queremos quedar como esos tontos que son felices y aman a sus semejantes como a ellos mismos, preferimos luchar por ser mejores que el resto de los mortales y poseer más de todo, bien material o sentimental, porque si no lo hacemos somos incapaces de alcanzar la felicidad; ya no digo lo de amar a los demás, que se me hace harto difícil que podamos sentirlo de verdad. Las reglas del lugar se fueron quebrando poco a poco, el modo de vida basado en el amor y la felicidad por sistema tampoco convencía a unas personas, en principio predispuestas, que no iban a llegar a disfrutar de los valores más preciados de nuestra especie.

Un día, en un momento inesperado, un niño, educado en el amor y la felicidad, rompió la armonía de una sociedad idealista al arrebatar la felicidad a otro semejante, perdiendo su amor por él, todo ello debido a la envidia, tras comprobar que era menos feliz que él y que no lograba sonreír con la misma alegría; era menos feliz y no lo amaba, además era incapaz de sentir algo parecido al amor en su vida, nadie sabía por qué, nadie encauzaba a ese niño, sin sonrisa auténtica y con la mirada perdida en el horizonte. No se logró encontrar una solución a la gran controversia. Todas las buenas intenciones quedaban en el tintero, permanecían en la utopía, sin ver la luz. El colectivo se fue disgregando, se separaron unos de otros, muchos de ellos para siempre, la vida en otra sociedad iba a ser una aventura muy diferente después de esto, pensaban todos.

Es muy posible que exista algo similar a la felicidad y al amor verdadero. A lo mejor algún día el proyecto de vida con el amor y la felicidad como protagonistas es efectivo, lo disfrutamos todos, aunque yo no creo que sea factible jamás, pues con que uno, solamente uno, no quiera ser feliz ni amar a los demás, es imposible que todos lo sean.

La vida sin amor ni felicidad no tiene ningún sentido, pero lo triste es que ha habido, y habrá, muchas personas que han pasado, y pasarán, por la vida sin haber encontrado ni lo uno ni lo otro.






viernes, 2 de octubre de 2015

ANESTESIA CONTROLADA






En este siglo XXI (no sé si La Humanidad permanecerá en La Tierra hasta su finalización) se está produciendo, cada vez con más intensidad, un fenómeno denominado "anestesia". Consiste en algo muy parecido al Circo Romano, se trata de "anestesiar" a casi toda La Sociedad con programas de televisión superfluos, noticias manipuladas para que no atenten contra nuestra cómoda situación, ciertas opiniones creadas por los dirigentes que limitan a cada individuo a tener una propia, libros y películas cuyo contenido sea lo más intrascendente posible para no tener que pensar mucho, promesas acerca de un mundo mejor, etc. A lo mejor estoy equivocado por no querer someterme a tal "anestesia", pues es muy probable que fuera más feliz haciéndolo; no lo dudo. El problema es lo de la libertad de expresión y pensamiento. Dicha "anestesia" atenta directamente contra nuestra libertad, en sus dos niveles fundamentales, además de ir convirtiéndonos en seres cada vez menos críticos: cualquier cosa que llene nuestro tiempo libre nos satisface si nos aparta de pensamientos negativos o de la contemplación de un paisaje natural y directo.

Imagino ese mundo en el cual no existen "Belenes Esteban" ni "Felipes de Borbón", ese mundo ideal lleno de personas con juicio crítico y opinión propia; no con la opinión de la mayoría, porque es la que los medios nos dicen que hemos de tener. Imagino un mundo sin la parafernalia absurda de una realeza sin sentido y unos políticos de pacotilla, ladrones, deshonestos, contaminados por falsos discursos impregnados de demagogia y manipulación. A la vez que escribo, me percato de lo insignificante que resulta el "populacho" para la realeza acomodada, la clase política y los grandes medios de comunicación. Son la televisión y la radio, fundamentalmente, los que se encargan de "anestesiarnos" día tras día (mientras consentimos encantados) con unos "fármacos" bien controlados por los dirigentes políticos, a su vez sometidos a los grandes empresarios y poderosos banqueros (los de "arriba", los que tienen el dinero); es lamentable.

Tal vez acabe algún día "anestesiado", como todos los millones de personas que ya lo están; es muy difícil no caer en las redes de tal entramado tan bien montado; espero resistir "despierto", soportando la contaminación audiovisual a la que estamos expuestos y no permitir que me inyecten la "anestesia", a la cual han sucumbido muchos de mis semejantes. El único antídoto que conozco para no acabar en las "garras" de la "anestesia" es el mantenimiento de un principio básico de inconformismo: inquietud por descubrir algo que aporte conocimiento y fomente el espíritu crítico.

Me temo que si un día me logran dormir con la "anestesia" de la cual estoy dando datos, entonces no podré expresar ninguna idea, ni realizar ningún acto con auténtica libertad; así pues, ese día dejaré de ser una persona con opinión y pasaré al estado de "borrego anestesiado" sin capacidad de discernir "lo que quiero hacer con mi vida" de "lo que quiero que hagan con mi vida".

GEOMETRÍA DEL SOL




Tal vez la matemática más pura y teórica se alimenta de la topología, también llamada geometría intrínseca, rama de las matemáticas que se encarga de estudiar las propiedades de los cuerpos geométricos que no se alteran mediante transformaciones bicontinuas (continuas en doble sentido, es decir, la función y su inversa). Estas propiedades de las que trata la topología son, entre otras, la conexión, conexión por arcos, compacidad y separación. Las funciones señaladas anteriormente, que no alteran mediante su acción las propiedades mencionadas, se denominan homeomorfismos; por lo cual aquellas figuras geométricas homeomorfas (o topológicamente equivalentes) son esas para las que existe un determinado homeomorfismo entre ellas.

Aceptando esta teoría de los homeomorfismos entre figuras geométricas, estamos en condiciones de establecer una serie de equivalencias topológicas entre distintos cuerpos geométricos, obteniendo resultados sorprendentes. Hay un chiste muy famoso, entre matemáticos, que dice que un topólogo no es capaz de distinguir una taza de café de una rosquilla (pues son topológicamente equivalentes), por eso no sabe si mojar la rosquilla en el café o el café en la rosquilla. Hay que reconocer que una matemática sin considerar la medida ni la aritmética es una matemática de ensueño, pues cualquier estudioso de la ciencia formal no es muy amigo de las operaciones farragosas y tediosas para llegar a solucionar los problemas matemáticos.

En la vida creo que sucede lo mismo que en la geometría intrínseca o topología: se trata de encontrar personas similares u homeomorfas a ti, para compartir tus inquietudes y asociarte con ellas disfrutando de las mismas aficiones. De la geometría hipotética del Sol, que así también se denomina a la topología, se aprende a ver la vida desde un punto de vista más realista que al fundamentarse en teorías antropológicas o incluso naturalistas. La comprensión de lo maleable que puede resultar todo, con la ayuda de esos homeomorfismos a los que me he referido antes, nos proporciona una amplia visión de la vida, menos sujeta a ciertas medidas impuestas por una sociedad preocupada por las normas y pautas morales, a veces ridículas y obsoletas. Ojalá en el futuro vivamos sin tantas normas e imposiciones sociales, siendo más libres y menos idiotas.

En el nuevo grado en matemáticas han suprimido prácticamente la topología (sólo está presente en un cuatrimestre de segundo curso, cuando antes se impartía en dos cursos anuales; ha quedado una cuarta parte de materia), no interesa que los estudiantes aprendan unas matemáticas de verdad, mejor se los entretiene con cálculos aritméticos, no conviene profundizar en los conceptos topológicos; no es interesante formar matemáticos capaces de reflexionar y ser críticos. Nunca fue rentable para los dirigentes políticos en una democracia formar personas con opinión propia y capaces de ver las cosas desde diversos puntos de vista, pues pueden atentar contra su esquema con más facilidad que aquellos a los cuales se ha manipulado con una enseñanza basada en lo superficial y laborioso, pobre en conceptos y muy especializada.

Aún recuerdo los tiempos en los que en la universidad existía una fuerte preocupación política, los estudiantes se asociaban para cambiar la sociedad en la que vivían, protestaban ante el poder sin importar las consecuencias sociales. Los estudiantes de hoy están preocupados de cuánto dinero ganarán en un puesto de trabajo al que puedan acceder; están formados en un sistema académico en el cual no se profundiza en conceptos teóricos importantes que los puedan hacer más críticos; lejos de asociarse para cambiar la Sociedad, se disgregan en grupos de whatsapp.

Ante este panorama prefiero no pensar sobre el futuro que nos aguarda, pues si no entraría en depresión. He de agradecer a la topología (hipotética geometría del Sol), aquella asignatura que se impartía en los planes antiguos de la licenciatura en matemáticas, que me haya ayudado a sostener una visión amplia sobre muchos aspectos de la vida.







jueves, 1 de octubre de 2015

CONSUMO LUEGO EXISTO





 A principos del siglo XVII Descartes afirmó: "cogito ergo sum" (pienso luego existo). El racionalismo era una corriente de pensamiento que tomaba la razón como la mayor fuente de conocimiento para el ser humano; en contraste con el empirismo, que consideraba la experiencia sensible como la más importante formación de los conceptos.

En el siglo XXI, la ausencia de corrientes filosóficas de relevancia me conduce a creer que la famosa frase de Descartes "pienso luego existo" se podría actualizar quedando como "consumo luego existo". En la sociedad occidental se consume todo; es muy raro sentarse a pensar sin más, por el mero placer de reflexionar. Es más común consumir, pues resulta menos costoso (no desde el punto de vista económico, sino intelectual); es algo habitual y diario, difícil es el día en el que no consumimos nada.

En la evolución de la especie humana, el mayor salto se podría situar entre el homo habilis y el homo sapiens (salvando los matices científicos); el primero "sabe", mientras el segundo "sabe que sabe", es decir, surge lo que se puede denominar "reflexión" (darte cuenta de tu condición humana y tener la capacidad de pensamiento abstracto). Imagino que los primeros homo sapiens se sentirían como aquel estudiante de matemáticas que comprende la definición de espacio topológico (generalización del espacio métrico y euclídeo) o como ese niño que logra mantenerse vertical en la bicicleta de dos ruedas; era un salto de una magnitud sin precedentes para la humanidad. Por otro lado, el homo sapiens no sabía que, al paso de algunos milenios, se iba a convertir en homo consumista. La evolución humana (o tal vez debería decir la involución humana) ha dado un paso hacia atrás muy significativo, sin muchas posibilidades de rectificación. Ahora, en el siglo XXI, si no "consumes" no "existes", casi nadie se detiene a pensar, recapacitar, reflexionar o contemplar, ya que en estos tiempos toca "consumir" para favorecer la economía, el bienestar familiar; en fin, para ser feliz.

La felicidad ha pasado de ser algo que se obtenía mediante logros intelectuales y sentimentales a ser algo que se consigue a través del "consumo", tanto en centros comerciales como de internet o televisión. Pocos se dedican a pensar sin un fin materialista, con facilidad confundimos el consumo racional con el consumismo, nadie se preocupa por equilibrar la balanza entre lo material y lo intelectual (siempre se inclina hacia lo material, pues los valores intelectuales están por los suelos en una sociedad cuyas miras están puestas en Belén Esteban y Felipe de Borbón). Incluso en las universidades (o fábricas de idiotas) encontramos la prioridad de lo material frente a lo intelectual. Solamente hay que preguntar por sus aspiraciones a los estudiantes y descubriríamos que su mayor preocupación no es entender los conceptos importantes de las materias que estudian, sino aprobar para tener un título, diploma con el cual poder obtener un puesto de trabajo por el que perciban más dinero que un operario de una fábrica o un auxiliar, así poder "consumir" más y mejor que ellos. Me parece una triste pena que personas que hayan cursado unos estudios universitarios no alcancen un nivel intelectual mínimo, con el cual sepan distinguir la riqueza de la pobreza, no material. Muchos de nuestros licenciados (hoy graduados) no saben expresarse con fluidez, ni escribir una simple carta a sus amigos, que no sea con el lenguaje de signos y apócopes, incomprensible para un universitario de antaño; pero lo más grave es que, muchos de ellos, consideran "friki" a todo aquel que vive preocupado por lo intelectual más que por lo material.

El homo sapiens ha sucumbido ante este mundo capitalista y se ha transformado en homo consumista; espero poder recuperar, en lo que me queda de vida, mi condición de sapiens, ya que con ella, y sólo con ella, podré alcanzar los niveles de satisfacción que, supongo, tuvieron los primeros homo sapiens en la historia de la Humanidad.




AHORRAR PARA DESPUÉS DE LA MUERTE



Un asunto preocupante para todo trabajador de más de cincuenta años siempre es su jubilación. Tanto es así que, en múltiples casos, se convierte en una de las mayores angustias cuando se piensa en ella; vivimos y trabajamos con la incertidumbre de cómo vamos a quedar cuando nos jubilemos. He dicho "cómo" porque a mí me preocupa más que con "cuánto", aunque sé que muchos se olvidan del "cómo", primando en su cálculos el "cuánto". A todos aquellos que viven más preocupados del "cuánto" les deseo todo lo mejor y que lleguen a recibir cuanto hayan previsto en sus más que pensados planes de jubilación, siempre que lleguen a la edad estipulada para poder disfrutar de ello. Hablando de la edad para disfrutar de la jubilación, que será a partir de los setenta años para nuestra generación (siempre que no lo vuelvan a cambiar y suban la edad a ochenta), voy a decir que parece una edad ideal para gozar de muchos placeres de la vida: realizar el acto sexual de manera salvaje, beber y comer todo lo que nos apetezca, conducir deportivamente una moto por carreteras sinuosas, subir a la cima de una montaña por un camino de fuerte pendiente, correr siempre que la situación lo requiera...

La verdad es que no alcanzo a comprender el porqué de tanta previsión para llegar a la jubilación con una buena pensión y que para ello tengamos que trabajar y trabajar, sin cuidar lo más preciado que poseemos: la salud, tanto corporal como mental. Todos conocemos personas, bien del entorno familiar o laboral, que han trabajado toda una vida para poder jubilarse con una buena remuneración y quien la ha recibido es su cónyuge, aunque sólo un porcentaje de su cuantía. Está claro que si descuidamos la salud, por mucho que sea la cantidad que nos corresponde recibir una vez llegada la etapa de nuestra jubilación, no creo que nos sirva de mucho haber perdido tanto tiempo trabajando y así no llegar a disfrutar ni en nuestra vida laboral, ni después de ella. Es cierto que hay personas que lo "pasan en grande" en su vida laboral, pero también deben pensar que existen muchos a los cuales su trabajo no les aporta tanta dicha; por eso me he referido a la pérdida de tiempo tan inmensa que acarrean muchos empleos, ya sé que no todos.

Como dice un cuñado mío: "trabajar no puede ser muy bueno, pues te pagan por ello...", de todas formas en contraposición, Karl Marx decía: "Trabajar dignifica al ser humano"; la verdad es que no sé a quién creer. Pienso que la vida laboral hay que tomársela con cierta calma por las posibles consecuencias nefastas derivadas del estrés, ansiedades y demás trastornos. Puede ser que, al final, solamente disfrutemos de verdad durante una pequeña etapa de nuestra corta vida, por lo cual parece recomendable trabajar lo menos que se nos permita en esta sociedad, para así llegar a la jubilación bien (de salud), aun sin tener una buena pensión (de cantidad); pues estoy seguro de que es mejor estar bien que tener mucha remuneración, pero no ser capaz de aprovecharla al cien por cien.

Conozco casos que, una vez jubilados y con todo pagado, además de tener cuentas bancarias con muchos ceros a la derecha, siguen ahorrando gran parte del dinero que perciben, como cuando trabajaban, con un fin para mí desconocido; pues se supone que ya pueden gastar más debido a que les queda menos tiempo de vida. Hasta el más rico se va de esta vida como vino al mundo. Es posible que alguien crea que existe otra vida después de la muerte, mas no está claro cómo será: tal vez los ricos con los ricos y los pobres con los pobres, a lo mejor no es como algunos la imaginan. No me parece que tengamos que ahorrar para vivir mejor también después de la muerte.