jueves, 8 de octubre de 2015

EL HOMBRE ES LOBO PARA EL HOMBRE



El miedo tal vez tenga una lógica particular, pertenezca a un conjunto de sensaciones inherentes a algunos animales (incluido el ser humano). La manera de evitarlo no parece otra que encararlo, mirarlo de frente e intentar superarlo. También es verdad que a veces por mucho que afrontemos bien los temores e inseguridades nunca parece suficiente para no sentirnos invadidos por el miedo. Hay varios miedos presentes en el humano, uno muy común es el miedo a hablar delante de un colectivo (pánico escénico); creo que este, al igual que otros, tal vez va desapareciendo con la edad a medida que adquirimos mayor madurez y conocimiento. Otro miedo del humano es el miedo a lo desconocido, cuya superación podría venir dada mediante una actitud aventurera más propia de la juventud que de la vejez, aunque hay gente mayor cuyo sentido de aventura sigue siendo casi el mismo que el de joven. Este miedo impide a muchas personas realizar actos potencialmente interesantes y que, a lo mejor, pierden la oportunidad de disfrutar de ellos para toda su vida.

Un miedo irracional posiblemente sea el miedo a las relaciones sentimentales. Nadie tiene una varita mágica para hacer que las relaciones sentimentales funcionen, pero lo que parece cierto es que el diálogo y la constante renovación deben estar presentes en las mismas, además de la buena química y complicidad. El miedo a las relaciones sentimentales también podría tener cierta relación con los complejos, tanto físicos como psicológicos; cuando uno no se halla atractivo en ninguno de los dos niveles tal vez no se atreve a iniciar ninguna relación, si solamente se siente seguro en el plano intelectual puede no ser suficiente para conquistar a una persona sentimentalmente, sobre todo en una sociedad en la que el modelo de vida sentimental con más influencia es el de personajes de la talla de Belén Esteban y Kiko Rivera.

Un miedo existente en nuestra sociedad actual es el miedo a la independencia, propio de algunos humanos cuando han de enfrentarse a la vida fuera del lecho materno, por lo tanto se podría decir que este miedo es un caso particular de otro más general denominado miedo a la libertad. Este miedo es muy común en los jóvenes del siglo XXI, en cierto modo provocado por el exceso de protección de sus padres; tal vez los jóvenes de hoy no superen el miedo a la independencia en muchos años y vivirán en el hogar familiar durante casi toda la vida de sus progenitores. El miedo a la libertad es más amplio, pero muy similar al que engloba, hay personas que tienen miedo a ser libres por temor a elegir el tipo de vida que quieren hacer y prefieren someterse a unas pautas marcadas por su familia o sociedad a la cual pertenecen.

Pero el miedo más poderoso que afecta a los humanos es el miedo a sus semejantes, lo afirmó Plauto hace más de dos mil años: "el hombre es lobo para el hombre". Cuando nos encontramos solos y en la oscuridad, sobre todo en un medio urbano, tenemos miedo a ser dañados por otro ser humano; es más fuerte que el miedo a ser atacados por un animal, ya que podemos suponer que los animales capaces de hacernos daño no andan sueltos por las ciudades, sin embargo los humanos sí. El miedo del humano al humano es un miedo ancestral y profundo, algo con lo que nace y muere, lo tiene grabado en el inconsciente colectivo y no logrará borrarlo en toda su existencia.

A mí me da mucho miedo el ser humano, ese animal capaz de quitar la vida a sus semejantes, un ser bélico e irracional, exterminador de tantas especies y de parte de la suya propia, bípedo que llega hasta la Luna pero le cuesta vivir en paz en la Tierra, el mismo capaz de maltratar a mujeres y abandonar a sus hijos. Podría asegurar que bajo la mirada de cualquier otra especie debemos de ser peor de lo que son para nosotros las serpientes venenosas; solamente nos distinguirán de ellas por la fisonomía, no por el modo de actuar. El homo sapiens se ha convertido en la gran lacra del planeta: desertiza los terrenos, extermina a otras especies, contamina la atmósfera cada día más, no es capaz de vivir en armonía con la naturaleza y otros seres, con las guerras destroza ecosistemas completos que han existido durante varios milenios, está extrayendo del interior de La Tierra un líquido que ha tardado en formarse millones de años y lo quema contaminando con ello su propio hábitat.

Me resulta muy difícil creer en un ente divino, símbolo de la bondad, creador de un ser tan poco considerado consigo mismo. No sé si merecemos habitar este planeta después de tanta destrucción y exterminación innecesaria. La maldad manipula a los humanos, casi los dirige, y, con ese sello identificativo al igual que con sus miedos, desaparecerá de este entorno al cual no ha sabido adaptarse, pues ha pretendido lo contrario: un planeta sometido a sus intereses mercantilistas; afán absurdo y autodestructivo.

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